No sé muy bien sobre qué hora llega, pero a la hora de comer se le puede ver entrando hasta la cocina por esta ventana. Lo hace acorde con el ambiente, exagerado y bullicioso, que anima sin él saberlo.
La visita no dura mucho, aunque se sienta su presencia durante todo el día . Así, forzado a seguir, el Sol se va despidiendo cuando encima de la mesa sólo son dos o tres cafés los que humean y bailan al compás de una cucharilla. Lo hace acorde con el ambiente, sosegado y propicio a buenas conversaciones, iluminando de forma que se deja sentir su tristeza por no poder sentarse también.
2 comentarios:
Bonito tratamiento para una bonita perspectiva.
Un saludo.
Realmente pintas...
¡Que buenos recuerdo me trae esa tabla en la ventana! Esto de ser de pueblo...
Un cordial saludo
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