jueves, 30 de octubre de 2008

Al olor del café





El timbre vuelve a sonar. Se hará el silencio. Las miradas se dirigirán al reloj de la cocina y de éste, casi con total coordinación, pasarán a mirar la cafetera.
Mientras alguien se levanta, los demás comenzarán el juego de siempre, que dura exactamente el tiempo que se tarda en ir de la cocina al interfono y volver. Cada uno apuesta por quién será, incluso el que va a abrir la puerta lo hace, eso sí, antes de manejar información que los demás no tienen.
Sin conocer el resultado, no faltará quien diga en voz alta lo que todos ya saben, que hay que hacer otra cafetera. Los que apuraban el último sorbo se agarrarán a la taza con la intención de no soltarla hasta verla humear otra vez. Y se retomará la conversación que se había dejado encima de la mesa, el tiempo que se tarda en subir las escaleras, antes de recibir al que llega y, mientras se le pone un café, escuchar alguna novedad del día.
Fuera llueve. Vuelvo a picar. No me vendría nada mal que Sole me diese un cafetín, casi lo puedo oler desde aquí abajo. No llevo prisa, sé que hay días en los que todos se quedan jugando al olor del café.

viernes, 17 de octubre de 2008

Paisaje interior



Desenchufado del mundo camino una y otra vez la casa, a la que me veo atado. Algunos días me llega la luz suficiente como para distraerme con el débil andamiaje que milagrosamente sostiene mi ánimo. Los más de los días me adentro en la oscuridad, la única puerta que alcanza mi deshilachado yo, siempre abierta, creyéndome seguro ante un posible derrumbe.
Y sólo algunas veces me acuerdo que puedo asomarme a la ventana. Ya no sé si quiero salir.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sin pisar



A veces no controlo las ansias de encontrar que tienen mis ojos y camino intentando verlo todo, hasta el más insignificante detalle. La culpa de esto la tiene el hecho de que casi siempre me mueva por las mismas calles, parques y plazas. Tras más de dos años, mi vista ya busca involuntariamente 'hasta debajo de las piedras' algún detalle que no haya visto antes.
El juego diario, que cada vez era más complicado, fué también un ejercicio y como tal ha ido educando mi vista haciéndola, no sé si más aguda pero seguro más caprichosa.
De todas formas todo tiene un lado malo y el de todo ésto es el bloqueo que a veces me produce estar en un sitio nuevo, demasiada información. No me extraña porque incluso lo que otros pisan sin mirar es un regalo para mi vista.